En líneas generales, hay tres etapas en el proceso de escritura de cualquier tipo de texto, pero que hay que seguir muy cuidadosamente en especial en los trabajos académicos:
- Planificación
- Redacción
- Revisión
Así listadas parecen corresponder a la secuencia lógica y temporal a la hora de elaborar el trabajo, y aunque en gran medida es así, no se debe olvidar que estamos ante un tipo de texto que exige numerosas revisiones e intervenciones, a lo largo de su escritura, por lo que habrá que volver varias veces a los pasos previos, con lo que ello supone de cambios en la organización de los contenidos (Planificación) y en la redacción.
Escribir es un proceso cíclico en el que volvemos continuamente sobre la disposición y plasmación del texto, antes de darlo por terminado definitivamente.
En muchas ocasiones, el tema para la elaboración de un trabajo académico viene asignado por un profesor. Tanto si es así como si es elegido por el estudiante, el paso previo a la redacción del escrito es la reflexión sobre el mismo y sobre aspectos tales como: cuáles son mis conocimientos previos sobre el tema, cuáles son los límites que quiero imponerle, qué lecturas necesito hacer para saber más del tema, cuál es el material bibliográfico que requiero, etc.
También es necesario tomar en cuenta las cuestiones siguientes, algunas de las cuales, como señalábamos anteriormente, pueden venir impuestas:
- Tema, extensión, finalidad…
- A quién se dirige el trabajo
- Cuánta información es necesario aportar
- Cómo debe estructurarse la información
- Cuál es el tono y el registro adecuado
Un aspecto esencial en este estadio del trabajo es la recopilación de material (fuentes, bibliografía, datos, etc.), así como la lectura, organización y análisis del mismo. No todos los trabajos requieren del mismo tipo de material. Por ejemplo, para algunos (de carácter más científico o práctico) necesitaremos recogida de datos, elaboración de encuestas, etc.; pero para otros (de carácter más teórico) será indispensable la lectura y análisis de bibliografía, ya que deberemos confrontar nuestro conocimiento con el de otros expertos en el tema.
Una vez recogido todo el material necesario para la elaboración del trabajo deberemos proceder a la lectura y organización del material. En este estadio es conveniente realizar las siguientes acciones:
- Lectura de los textos y elaboración de fichas. En ellas se deberían anotar los datos más significativos como la ficha bibliográfica completa (necesaria para la elaboración de la bibliografía y para las referencias a fuentes), posibles citas textuales que queramos destacar en nuestro texto, así como las ideas y reflexiones que nos surjan tras la lectura.
- Realización de un esquema. El propósito es ir organizando, de manera lógica, aquellos aspectos que posteriormente se van a desarrollar. Es importante no contemplarlo como algo inamovible, sino como algo abierto que se puede ir transformando según se avanza en la redacción del texto.
Una vez leída la bibliografía pertinente, se comenzará a redactar aquellas partes del trabajo sobre las que tengamos más información o consideremos más oportunas. Podremos volver sobre ellas, ampliarlas o modificarlas siempre que sea necesario.
Al tratarse de un escrito personal, en el que depositamos parte de nuestra experiencia y demostramos nuestra solvencia intelectual, en la redacción debe cuidarse al máximo la expresión lingüística, el estilo, así como la claridad en la exposición de las ideas para que puedan apreciarse perfectamente los argumentos.
A continuación presentamos un listado, a modo de resumen, con consejos prácticos para que el trabajo académico sea lo más claro y correcto posible:
- Es necesario acomodar las ideas a los párrafos. Aunque estén formados por varias oraciones, en conjunto, cada párrafo debe expresar una sola información
- Es común la despersonalización, es decir usar la forma impersonal (se dice, se piensa) o el plural mayestático (hemos apuntado, debemos anotar)
- Al tratarse se textos en los que debemos expresar relaciones complejas, es común que predominen las oraciones subordinadas.
- Relacionado con el punto anterior, se deben utilizar adecuadamente los conectores, de los que existen muchas categorías. Por ejemplo: para sumar ideas (además, asimismo, de igual manera, etc.); para introducir ideas opuestas (sin embargo, no obstante, de otro modo, por el contrario, etc.); para introducir otro tema (en relación con, respecto a, etc.); para señalar consecuencias (en consecuencia, por consiguiente, por tanto, etc.); para introducir la conclusión (en conclusión, para concluir, etc.)
- Se deben evitar las explicaciones innecesarias, ya que dificultan la claridad de la idea central
- Se debe eludir la repetición de términos y la redundancia (es necesario recurrir a los sinónimos), así como el uso de frases hechas y estilo estereotipado
- Es conveniente evitar la prosa farragosa y pesada, pero también la prosa excesivamente entrecortada
- Se debe cuidar al máximo el buen uso de los signos de puntuación, así como evitar los errores ortográficos
- Debemos tener cuidado con las erratas tipográficas, para que no den imagen de descuido por parte del autor.
No podemos dar por finalizado un texto hasta que no hemos realizado una correcta revisión del mismo. Es bueno dejarlo reposar, volver sobre él y hacer las transformaciones necesarias hasta que lo consideremos definitivo. Debemos revisar tanto los aspectos textuales como los formales.
Ofrecemos un listado con algunos aspectos que deben ser tenidos en cuenta en la revisión:
- El discurso debe ser coherente. No reiterativo ni contradictorio
- Empleo adecuado de conectores
- Ver si alguna frase puede ser reordenada, de manera que exprese más claramente una idea
- Revisar la corrección gramatical, léxica, ortográfica, la puntuación y la tipografía
- Revisar el estilo. Buscar la variedad y huir de las repeticiones